En 1959, Collin MacInnes escribió una deliciosa novela titulada “Absolute beginners”, (Principiantes), donde nos cuenta el despertar de una nueva juventud londinense al final de la década de los 50 del siglo pasado. Relata la aparición de una generación que viene a romper la sociedad tal y como hasta entonces se conocía. Es una juventud que ha crecido alejada del trauma de la guerra y de la escasez de la posguerra y que está protagonizado el final de la idea del Imperio Británico. Como surgidos de la nada, emerge un mundo antes soterrado, que luego daría origen al término “underground”, apareciendo en escena personajes, lugares y modos de vida que hasta ese momento eran desconocidos. Aquel movimiento acabaría convirtiéndose en el “Swinging London”, que tanto influyó en las décadas posteriores, ya que aquellos jóvenes que lo protagonizaron fueron quienes años después tomaron las riendas de la sociedad para transformarla.
Hay algo intrínsecamente malo en aquella juventud que no quiere transformar la sociedad. Cada día recibimos currículums brillantes de jóvenes excepcionalmente preparados en todos los aspectos. Tienen un exitoso paso por la facultad, un Master, hablan al menos un idioma, han vivido en el extranjero, han realizado prácticas en empresas o en despachos de abogados. Sin embargo, cuando les entrevisto para entrar en Ceca Magán y escucho lo que me tienen que contar, algo falla. No tengo dudas de su capacidad, de su conocimiento técnico, de su preparación, de su esfuerzo en el trabajo, de su adaptación a las normas de nuestra firma. De nada de ello, en general, me deja dudas. Creo que, efectivamente, puedo poner al menos un notable en todas esas cuestiones. Han crecido en una sociedad que les ha dicho tenéis que estudiar y sacar buenas notas, debéis complementar vuestra formación con mil cursos, con Masters, con idiomas, estancias en el extranjero sin olvidarse de actividades extracurriculares y lo han hecho. Han trabajado duro y con denuedo.
Entrarán en cualquier despacho o cualquier empresa, harán todo lo que se les dice, trabajarán las horas que hagan falta, aceptarán la política del despacho o la empresa, en cualquier aspecto, ganarán un sueldo alto y encajarán perfectamente en el engranaje que otros antes hemos diseñado.
Y es ahí donde algo falla. Porque en realidad lo que necesitamos son jóvenes, “absolute beginners”, que quieran cambiar las cosas, que quieran cambiar el despacho y la empresa, que quieran cambiar la sociedad. Y no hace falta dinamitar la sociedad, como nos cuenta la novela al relatar los disturbios que hubo en Londres en 1958, los “Notting Hill race riots”, sino que tienen que usar toda su preparación para escudriñar que es lo malo e idear una nueva forma de hacer las cosas para mejorarlo.
No puedo llamar conformistas a estos jóvenes. Veo en ellos la determinación por labrarse un futuro, el compromiso del esfuerzo por buscar una posición en la vida en tiempos difíciles, como aquel título de la novela de Dickens, el genial Dickens. Lo veo y lo aplaudo, pero echo de menos cierto arrojo, cierta pasión, cierta necesidad de cambiar las cosas, de mejorarlas. Se, y me dicen, que son trabajadores, exigentes, concienzudos y que son una apuesta segura, pero no encuentro en ellos el soplo de aire fresco que deben entrar en mi organización. Esa nueva manera de ver y enfocar el mundo, ese conocimiento que ya no está a mi alcance por mi edad. No encuentro esa mente que llega con nuevas ideas, que imagina nuevos procesos, que está convencido de que hay otra manera mejor de hacer las cosas. Incluso me atrevo a decir, echo de menos a esos jóvenes con cierta osadía tranquila que viene a decirme: “soy el principio de tu fin, tu tiempo está terminando y el mío, está llegando.”
Animo a todos los jóvenes, a todos los que tenéis entrevistas, a los que accedéis a tener un nuevo puesto de trabajo, a que mostréis que no sois el producto que hemos fabricado, sino que algo ha fallado en nuestro plan y que llegáis con nuevas ideas, con nuevas inquietudes. En definitiva, que sois vosotros los que estáis llamados a heredar el mundo que hemos hecho, no para poseerlo sino para mejorarlo.
Difícil reto. Apasionante reto
Emilio Gude Menéndez
Ceca Magán Abogados
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