Paseando hace unos días por la constituyente y emblemática ciudad alemana de Weimar, me acerqué, como siempre, a la Plaza del Teatro, para contemplar el edificio que alberga el Teatro Nacional Alemán, la belleza de sus jardines en un día soleado y, por supuesto, la hercúlea escultura que en bronce hermana a Johann Wolfgang von Goethe y a Friedrich von Schiller.
Sorprendentemente, en el pedestal marmóreo que soporta ambos personajes, tantas veces protagonistas de la antigua Casa de Comedia, figuraba una pegatina, con una bandera española y la siguiente inscripción: “Nadal sí, Zapatero no”.
Supongo que el autor de tan chocante declaración escrita, habrá sido bien un turista español, o uno de los estudiantes compatriotas que, entre 5.000 y 6.000, acuden anualmente como alumnos a su famosa Universidad, la más culta de Turingia.
Me chocó, no obstante, la pegatina y rápidamente vino a mi memoria una de las conocidas y comentadas frases de Goethe contenida en una de sus cartas de amor a la señora Christiane Vulpius, futura esposa que le daría cuatro hijos, siendo ya Consejero del Príncipe Carl August, Bibliotecario y Director del Teatro de la Corte: “El que sabe, hace; el que no sabe, enseña”.
Aplicar la primera parte a Rafa Nadal, algo más que un mito mundial del tenis, es cosa fácil: ahí está para la historia el haber ganado a sus 24 años los 4 “grand slam” mundiales. Sería algo así como aplicar el refrán de que el movimiento se demuestra andando. Rafa ha superado marcas y torneos; incluido el Abierto de Nueva York y acompañando así en el “Olimpo” a Fred Perry, Donald Budge, Rod Laver, Roy Emerson, André Agassi y Roger Federer.
Pero más difícil resulta (imposible) aplicar el último inciso de la caústica frase a nuestro Presidente del Gobierno: “el que no sabe, enseña”. Porque el espectáculo ofrecido por el mismo en Oslo, en el Foro sobre crecimiento y empleo, convocado por el FMI y la OIT, considerando que un parado que recibe un curso de formación, no es tal parado porque “una persona cuando está formándose está trabajando; está trabajando para un país”, no tiene parangón, ni en sus habituales ocurrencias dialécticas, ni en su errática política sobre lo que hoy constituye el principal drama nacional: una tasa real del 21% de paro y 1,4 millones de familias con todos sus miembros en desempleo (acudan o no a cursos de formación).
Un parado no desea formación, reza por un puesto de trabajo; sin perjuicio, por supuesto, de la obligación del Gobierno, de dar formación a los desempleados, para favorecerles su reinserción en el mismo u otro tipo o actividad de trabajo.
Lamentable resulta por ello, que se efectúen experimentos con gaseosa, sobre el primer problema que atañe a España y donde aunque se intente dialéctica y estadísticamente no ya maquillar, sino desenfocar por completo las cifras del desempleo, éste va a seguir creciendo pese a la inútil reforma laboral, que si de algo puede presumir tal como la ha dejado el Parlamento, será precisamente de entorpecer más aún la creación de empleo. De eso, pocas dudas cabe, ante la redacción cambiada de unos simples preceptos del Estatuto de los Trabajadores, Ley de Procedimiento Laboral, ley General de la Seguridad Social y alguna otra norma complementaria.
Trufándola en sus textos, eso sí, de enorme cantidad de conceptos jurídicos indeterminados que sólo contribuirán a la continuada y progresiva judicialización de las relaciones laborales.
Esteban Ceca Magán
Ceca Magán Abogados