Leyendo y repasando el Real Decreto Ley aprobado por el Gobierno del Sr. Zapatero el 16 de junio actual, tras dos años de herméticas negociaciones, uno sale enormemente defraudado si considera que partiendo de una cifra real y no maquillada de cinco millones de desempleados y de un millón cuatrocientas mil familias que no perciben ingreso alguno, la reforma va por un lado y la realidad social por otro.
Que la reforma debería haberse llevado a cabo para facilitar el acceso al empleo a cualesquiera clases de desempleados, parece obvio. Que no lo va a conseguir, probablemente es una realidad que a la vuelta del verano, la propia sociedad española va a advertirlo.
No se puede legislar bajo un prisma de lo que sería el desideratum máximo. No se debe dar caviar a quien no tiene dinero para comprar una barra de pan o una botella de leche.
Hay que legislar, valga la expresión, a la carta. Para la realidad del día a día. Para la situación actual. Para el drama nacional que sufre España.
Si tras la pérdida de más de dos años, al Gobierno sólo se le ocurre plasmar legalmente los beneficios del contrato por tiempo indefinido, seguro que vamos por mal camino.
El parado desea cualquier trabajo que un empresario le ofrezca. Pero éste se cuidará muy mucho de lastrar más aún su empresa, en la crítica situación económica por la que atraviesa toda la Nación, si la nueva normativa penaliza la contratación temporal, en beneficio de la indefinida.
Porque si esta no llega ¿qué se ha conseguido con la reforma?. Una prosecución de la pérdida de dos años y el no corte de la sangría del desempleo que, salvo el oasis del verano, las vacaciones, la temporalidad en hostelería y restauración, nos situará en diciembre de 2.010 en cinco millones de desempleados.
La reforma laboral llega tarde, es deficiente, no servirá para cortar de raíz el desempleo creciente y no ha sido la consecuencia de una reestructuración financiera adecuada. Sino al revés. O al menos, las dos, y las dos inapropiadas, van caminando por separado desde que el Gobierno consideró como una transitoria desaceleración económica lo que ya nadie duda que es la más grave y profunda crisis económica mundial, desde la gran depresión de 1.929 acrecentada en 1.931. A aquella la solucionó la Segunda Guerra Mundial.
Aterra sólo el hecho de pensar el reciente Acuerdo del Gobierno de Israel con el Reino de Arabia Saudita, con supervisión y anuencia del Presidente Obama, sobre el corredor aéreo concedido a los cazas judíos, por si fracasaran las sanciones económicas contra Irán, por su desafiante estrategia de desarrollo nuclear para usos al parecer no pacíficos.
Esteban Ceca Magán
Doctor en Derecho