En 1936, la rubia americana de largas piernas y altos tacones, como define Amanda Vail en su libro Hotel Florida a Martha Gellhorn, aún no se había convertido en una periodista de prestigio, ni había acabado en los brazos de Hemingway en el demolido Hotel Florida de la plaza del Callao antes de ser su tercera esposa.
En aquel momento era aún una joven periodista con mucho talento que mantenía una tórrida relación epistolar, aunque nunca serían amantes, con H.G. Wells, de quien aceptó una invitación para ir a Londres.
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