Es evidente que desde hace ya unos años, demasiados, el ciudadano está perdiendo su confianza en nuestro sistema de Administración de Justicia. La Justicia, entendida como instrumento definitivo para resolver, por los cauces democráticos que todos hemos asumido, las diferencias que nacen en el conjunto de la sociedad, ha perdido su credibilidad. La voluntad de proceder a la reforma de su administración es una constante.
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