Por fin algo de luz al final de la reforma laboral, ¿o deberíamos decir túnel? Mejor un fogonazo de luz o “flash” al final de la reforma… No es suficiente.
Parece que las campañas reformistas del actual Gobierno de la nación iban encaminadas a la creación de empleo, a buscar la estabilidad financiera, a la promoción del empleo entre los jóvenes y hacia algunos objetivos de dudoso alcance, en estos tiempos que vivimos. Sin embargo, en humilde opinión de quien escribe estas líneas, se ha perdido de vista el fin fundamental de lo que debería ser el objetivo del Gobierno, cual es incentivar la producción de las empresas, con el fin de que les compense invertir, gastar, mantener estructuras y generar negocio.
El problema es precisamente ese, cuando no hay negocio que generar, ni personas, físicas o jurídicas, que consuman el producto que se ofrece. Y de eso saben mucho los trabajadores autónomos. Que han venido observando cómo les ha afectado con mayor virulencia esta maldita crisis.
Así, anteriormente, el trabajador autónomo asumía ciertas responsabilidades ilimitadas porque disponía de un negocio medianamente rentable, que le permitía vivir tranquilo sin sospechar, como hasta ahora y seguirá ocurriendo en cierta medida, que podía peligrar la que era su vivienda habitual. Pues, no olvidemos, el trabajador autónomo responde ilimitadamente con sus bienes presentes y futuros, incluyendo los bienes inmuebles de los que sea propietario.
Pues bien, recientemente, el Gobierno ha manifestado su intención de que los mencionados trabajadores no respondan con la que es su vivienda habitual por deudas contraídas con la Seguridad Social, bien sean propias o por cotizaciones derivadas de empleados asalariados. Por el contrario, seguirán respondiendo con todo su patrimonio de las deudas contraídas con personas físicas y jurídicas del ámbito privado, así como de deudas de naturaleza tributaria.
Lógicamente, esto supone un cierto desahogo para los autónomos, que, al menos, no verán peligrar parte de su patrimonio, por parte de las deudas contraídas. Lo que evidencia, una vez más, que el Gobierno se queda corto con las reformas (en este caso a favor de los trabajadores). Pues, probablemente, esa parte de la deuda no sea tan elevada como para modificar sustancialmente el patrimonio del trabajador autónomo, en relación a las penurias que muchos de ellos están sufriendo en la actualidad.
Al menos podrán estar tranquilos respecto de que uno de sus acreedores, el menos incisivo tal vez, no intentará embargar su domicilio habitual. Insistimos en que es un pequeño atisbo de luz, un “flash” que nos deja entrever una intención de escasa trascendencia ejecutiva y que no resuelve los problemas que tienen las pequeñas y medianas empresas, así como los trabajadores autónomos.
Jorge Sarazá
Ceca Magán Abogados