En los tiempos que corren y teniendo en cuenta las dificultades económicas por las que atraviesan muchas empresas y personas físicas, es prioritario extremar la gestión de cobros en las organizaciones; resultando inevitable el invertir más tiempo en esta tarea por parte de los departamentos financieros de las empresas.
En casi todas las compañías se dispone ya de aplicaciones y recursos informáticos ,mediante los que podemos obtener información al instante de la situación económica de un cliente, y con ello antes podíamos obtener nuestra previsión real de tesorería. Pero debido a las incertidumbres en pagos, situaciones de quiebra, y demás coyunturas derivadas de esta crisis, dicha previsión ya no resulta una tarea fácil.
A tenor de las circunstancias. Podemos replantear el asunto ya que quizá nos olvidamos algo. Hagámonos una pregunta: ¿No resultaría más provechoso un conocimiento más cercano y real de nuestro cliente y sus dificultades, que una simple estadística numérica? Al otro lado del teléfono hay personas con problemas y empresas que no se encuentran en su momento de mayor capitalización. La gestión de cobros no será del todo efectiva si solo nos guiamos por las cifras y datos estadísticos, y no nos paramos a escuchar el por qué de un retraso en un pago, personalizando así al máximo mi relación con los deudores y flexibilizando, dentro de las posibilidades de cada empresa, lógicamente, los pagos pendientes.
No nos podemos permitir el perder las costumbres tan arraigadas en las antiguas empresas en las que el trato era totalmente cercano y humano, en el que conocíamos el nombre e incluso situación personal/profesional de la persona que nos aprobaba una factura o nos firmaba un nuevo contrato. Esta situación, hablando obviamente de empresas que se lo puedan permitir por volumen, no se da ya mucho hoy en día.
Los tiempos cambian, las organizaciones y personas que conforman las plantillas se adecuan a los nuevos tiempos y, por suerte, contamos con ayudas tecnológicas y actualizaciones en nuestras herramientas de trabajo que nos permiten optimizar tiempos y poder alcanzar nuestros objetivos, pero no nos debemos olvidar del componente humano, que, desde mi punto de vista, es la base de toda relación comercial y lo que ésta conlleva.
Yo personalmente, apuesto por las relaciones que, aún siendo mercantiles, llevan aparejada una familiaridad que permitirá una comunicación más fluida y por lo tanto un resultado satisfactorio para ambas partes, siempre que la situación nos lo permita.