Aunque resulte obvio afirmarlo, el ejercer la abogacía es una opción, a nadie le obligan, sale del interior de cada persona, y antes de todo cabría bien recordar que se trata de una profesión libre e independiente, que presta un servicio a la sociedad, y que se ejerce, por medio de sus profesionales, en régimen de leal competencia y por medio de un mandato.
Siendo cierto lo anterior, el abogado, en su actividad profesional, no debe entrar en el juego que hoy en día se da, y que bajo mi humilde criterio es una verdadera pena, lástima y vergüenza para la profesión. Estoy hablando de el grado de corporativismo visible, en un ejercicio letrado ‘en el que todo vale’ y que bajo mi humilde opinión ninguna justificación existiría para que eso ocurra.
Los abogados debemos tener presente que cualquier actuación que se lleve a cabo, relacionada con nuestro trabajo, repercute, de manera positiva o negativa, en el resto de compañeros. Al ser una actividad corporativa como ya he mencionado anteriormente, cada letrado tiene un deber de lealtad hacia su profesión que es muy diferente del todo vale. Esta fidelidad se manifiesta en muchos aspectos externos, siendo los más destacados, en mi opinión, el estudio científico y doctrinal de las Leyes, su capacidad para expresarse en público, la habilidad para redactar, su lealtad hacía los clientes y el respeto, por supuesto, al poder judicial y a los propios colegas (más si cabe en el acto del juicio).
Resulta indudable que la mayoría de compañeros entienden y comprenden esta manera de concebir la profesión, pero sin embargo, conviven, en el mundo jurídico, algunos abogados a los que mueven otros fines distintos a los que les hicieron matricularse en la Facultad de Derecho años atrás.
Afortunadamente son los menos, pero eso no significa que no existan. Son principios fundamentales de la profesión, y resaltados en el Preámbulo del Código Deontológico de la Abogacía Española, la independencia, la dignidad, la integridad, el servicio, el secreto profesional y la libertad de defensa.
Junto a ellos, la honradez, probidad, rectitud, lealtad, diligencia y veracidad son virtudes que deben adornar cualquier actuación letrada.
Todos los compañeros tienen que entender la abogacía como una profesión al servicio de la sociedad y, consecuentemente, debería primar, en un primer escalón, el respeto entre nosotros. Cada abogado tiene, por supuesto, sus cualidades, representadas, éstas, en su dedicación, ambición, conocimiento, relaciones y desarrollo profesional pero si bien, todas ellas conviven con las del resto de profesionales.
Espero que esta entrada del blog, sirva tanto para aquellos “nuevos abogados” que quieran formar parte de esta profesión como para el resto de profesionales, reinando siempre entre todos un respeto por el prójimo.
Ignacio Ibañez< br /> Ceca Magán Abogados