resiliencia.1. f. Psicol. Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
Sí que nos hemos enterado ya todos. Que estamos en crisis. De hecho, estamos hasta cansados de crisis, porque ya no es novedad y hemos estado tanto tiempo quejándonos que estamos a punto de que se nos gaste el pesimismo. Por suerte; a ver si se nos agota del todo. Que, como decía mi abuelo, que era un hombre bastante curioso, “No hay mal que cien años dure… ni cuerpo que lo resista”.
Lo bueno de la crisis –hay que fastidiarse, que tiene algo bueno- es que nos muestra de qué pasta estamos hechos. Si uno asume la situación, acepta lo que puede hacer, y, sobre todo, lo que no puede hacer para cambiarla, emerge ante sus ojos un escenario sólo para privilegiados. Y si no, preguntad a alguien que haya vivido un proceso de ERE. Como el periodista de El País que comentaba en Twitter que había descubierto quiénes eran sus verdaderos amigos. Ese tipo de verdades que se manifiestan de manera aplastante cuando la situación es la idónea.
Y a vueltas con la pasta de la que estamos hechos, es cierto que aparecen los amigos. Pero también aparecen ese tipo de personas por las que uno no hubiera puesto una mano en el fuego, y uno puede observar en sus actos por qué. Aquellos que por conservar su posición venderían a su madre. No es vender la primogenitura por un plato de lentejas, a lo Esaú, que nos puede parecer muy tonto… pero es un poco peor. Porque es venderse porque no somos capaces de hacer frente a nuestros miedos, y si alguien ha de padecer, mejor que seas tú que yo…
Como profesional de Recursos Humanos admito que esta situación me resulta muy interesante. Porque es un escenario en el que, con el ecualizador de sensibilidad adecuado, se puede observar a cielo abierto el material de que estamos hechos. Y confieso, oh débil gestora de personas, que me engancha.
Pero por otro lado, es una situación excepcional que requiere de una cuidadosa intervención para la gestión adecuada de emociones. Y ahí es donde todo el equipo directivo tiene que tener muy claro que no se pueden hacer las cosas de cualquier manera. Porque si debemos despedir a una o a un montón de personas, hay que tratar del mejor modo posible en su salida, tratando de hacer que este momento sea lo menos traumático posible. Pero no sólo hay que hacerlo por ellos: hay que hacerlo porque también están las emociones de todos los que se quedan. Y el modo en que hemos negociado, tomado decisiones, informado y ejecutado todo nuestro plan… puede dejar un poso muy amargo. Cada paso debe ser revisado en función de su rentabilidad emocional, además de preocuparnos de la rentabilidad económica. Porque si no, en el epílogo, puede que tengamos a un equipo de cuerpo presente, pero cuyo corazón ya no nos pertenece.
Y no nos engañemos. Sin corazón, ni en el amor, ni en la amistad, ni en el trabajo somos nada. No somos rentables.
Sonsoles Peralbo
Ceca Magán Abogados