En la práctica de la abogacía, una de las cuestiones e interrogantes que a un servidor se le plantean es determinar qué operativa se va a seguir para planificar la estrategia jurídica y procesal del caso. No son pocas las ocasiones en que, con cierta falta de escrúpulos y con no poca temeridad, algunos colegas de profesión no dudan en decir “sí señor” a todas las cuestiones y aclaraciones que solicita el cliente con el puro y único afán de captar al mismo y pasar la correspondiente Hoja de Encargo sin ofrecer, por tanto, una visión transparente y objetiva de los riesgos, posibilidades y opciones que, en el contencioso existente o futuro se pueden llegara plantear.
Desde mi punto de vista personal, el día a día con los clientes me ha mostrado la utilidad de recurrir a los informes de viabilidad jurídica en todos aquellos asuntos que se presume que puedan desembocar en juicio y que pueden revestir un cierto grado de complejidad técnica. A mi juicio, el informe de viabilidad permite al abogado realizar un estudio previo de los pormenores del asunto que, a la postre, va a suponer tiempo efectivamente ahorrado en el caso de que se tuviera que iniciar las pertinentes acciones judiciales.
De manera adicional, entiendo que recurrir a los informes de viabilidad -siempre que se actúe con un mínimo de objetividad y honestidad profesional- es una medida muy efectiva de transparencia a través de la cual se hace al cliente participe de los aspectos técnicos del caso, evitando el reprobable oscurantismo y secretismo con el que –en ocasiones- se actúa de cara a los clientes en lo que respecta a la explicación y aclaración de los pormenores y detalles técnicos. Esa dimensión de transparencia también se pone de manifiesto en cuanto a la determinación de las expectativas que se han de tener en el caso y lo que cabe esperar.
El hecho de que con anterioridad a emprender las acciones legales el cliente sepa y sea consciente de las distintas posibilidades que pueden darse, así como de los riesgos económicos que entraña recurrir a la vía judicial es, en múltiples ocasiones, una buena forma de fijar una dimensión realista para tales expectativas y de evitar resultados y sorpresas inesperadas, así como los desacuerdos y situaciones de tensión que pudieran llegar a derivarse en caso de no lograrse el resultado esperado.