Una de las cuestiones más comentadas al respecto del trabajo de los abogados es su obligación de llevar toga para comparecer en los Juzgados, y sobre la misma quiero dejar una breve reflexión a través de este post.
La obligación de ir togado, representa la última superviviente de una serie de formalidades que tradicionalmente se venían exigiendo para la práctica de la abogacía. En este sentido, como sabemos ya no son necesarias pelucas ni llevar imperativamente camisa blanca y corbata negra para asistir como letrado a un juicio.
Sin embargo, esta última formalidad es muchas veces valorada en tono de sorna o incluso despectivo (si bien más frecuentemente por personas ajenas a nuestra profesión), tanto por el aspecto con el que dotan al letrado que la lleva como, por ejemplo, por ser una prenda que en verano abriga demasiado, pudiendo hacer al letrado pasar mucho calor en Juzgados o pasillos como los que se estilan en los edificios de que dispone nuestra Administración de Justicia.
Por el contrario yo quiero hacer una breve reflexión sobre la importancia de mantener este último vestigio de tradición por dos motivos fundamentales:
En primer lugar porque la toga pone al mismo nivel que al Magistrado o Juez, puesto que aunque sus facultades y atribuciones sean procesalmente muy distintas, ambas figuras son imprescindibles para que se pueda administrar justicia en las condiciones que requiere nuestro estado de Derecho.
En segundo lugar, porque la toga ayuda a saber a simple vista quién es quién en los Juzgados, teniendo en cuenta por ejemplo que mucha gente acude, como parte o como testigo, vestida de traje y corbata a los actos de juicio.
Por estas razones considero que un tradición tan simple y poco costosa para el letrado debe ser tenida en consideración como algo valioso y de cuya conservación podemos sentirnos orgullosos los abogados en la misma medida en que lo estamos de nuestra profesión.
David Ruiz
Ceca Magán Abogados